viernes, 26 de noviembre de 2010

La táctica del avestruz

Hay que observar que muchas veces el optimismo no es más que una manera de defender la pereza propia, la irresponsabilidad, la voluntad de no hacer nada. Es también una forma de fatalismo y de mecanicismo […] El único entusiasmo justificable es el acompañado por una voluntad inteligente, una laboriosidad inteligente, una riqueza inventiva de iniciativas concretas que modifiquen la realidad existente.
Antonio Gramsci, Optimismo y pesimismo

Es un hecho que la existencia de la sociedad humana, tal como la conocemos, se encuentra amenazada por la superpoblación, el agotamiento de los recursos naturales, el cambio climático y la contaminación, entre otros serios problemas.

William R. Catton explica en su libro Rebasados: Las bases ecológicas para un cambio revolucionario, que la humanidad estuvo viviendo durante los últimos 500 años en lo que él llama la "Era de la Exuberancia", y que esto provocó que alimentáramos una fe ciega en los avances tecnológicos sin darnos cuenta que estos avances han sido posibles únicamente por la existencia de los combustibles fósiles y su enorme aporte energético:

[L]os seres humanos, a través de dos millones de años de evolución cultural, han logrado apropiarse varias veces de la capacidad total de la Tierra para mantener la vida, a expensas de otras criaturas. Y cada vez la población humana ha crecido. Pero el ser humano ha aprendido ahora a confiar en una tecnología que aumenta la capacidad de carga humana de un modo necesariamente transitorio, tan transitorio como es prolongar la vida consumiendo las semillas necesarias para la siembra de alimentos del próximo año. La población humana, organizada en sociedades industriales y ciega a lo pasajero de una capacidad de carga basada en la dependencia de recursos limitados, ha respondido aumentando su tamaño en forma más exuberante que nunca, a pesar de que esto significa sobrepasar el número de habitantes que nuestro planeta puede mantener permanentemente. La consecuencia inevitable ha sido algo semejante a la bancarrota.

[…] Las consecuencias han comenzado a hacerse realidad, pero no se las reconoce comúnmente por lo que son. Ha llegado el momento en que es necesario abandonar las viejas suposiciones que nos obligan a engañarnos acerca de lo que nos sucede. Nosotros y nuestros antecesores inmediatos hemos vivido en una época de crecimiento exuberante, sobrepasando la capacidad permanente de carga, sin saber lo que hacíamos. Los pasados cuatro siglos de magnífico progreso fueron posibles gracias a dos logros que no podrán repetirse: a) el descubrimiento de un segundo hemisferio, y b) el desarrollo de maneras de explotar los depósitos de energía ahorrados por el planeta: los combustibles fósiles. Las consiguientes posibilidades abiertas para una exuberancia económica y demográfica convencieron a la gente de que lo natural era que el futuro fuera mejor que el pasado. Durante un tiempo, tal convicción fue una premisa viable en la cual basar nuestras vidas e instituciones. Pero cuando el Nuevo Mundo alcanzó un nivel de población superior al del Viejo Mundo, y cuando el agotamiento de los recursos llegó a ser significativo, se hizo necesario ver el futuro a través de una lente diferente. Los presupuestos que fueron anteriormente viables, pero que se han vuelto obsoletos, deben ser remplazados por una nueva perspectiva, una que nos ayude a observar con mayor eficiencia ya entender con mayor precisión. (Catton, op. cit., págs. 35-36, edición en español)

La percepción que la gente tiene de la situación es muy diversa y Catton identifica 5 tipos de comportamiento ante la disyuntiva que enfrentamos:

Algunas personas reconocen que lo que era el Nuevo Mundo ya es en realidad viejo, y que esto requiere cambios institucionales profundos [realismo]. Otras tienen fe en que nuevos descubrimientos tecnológicos harán innecesarios esos cambios institucionales [cargoísmo]. Otras más creen que medidas como la planificación familiar, los centros de reciclaje y las leyes contra la contaminación bastarán para mantener nuevo al Nuevo Mundo [cosmeticismo]. Alguna gente no cree que la antigua novedad del Nuevo Mundo haya tenido importancia, o que su actual vejez en verdad importe [cinismo]. Y otra gente insiste, en forma pertinaz, en que la hipótesis de recursos ilimitados fue y sigue siendo válida [avestrucismo].

Estas opiniones tan asombrosamente diferentes constituyen diversos modos de adaptarse a nuestra edad "postexuberante". Cada una representa una combinación de respuestas a las dos nuevas maneras ecológicas de comprensión que requiere la nueva circunstancia. Primero, la gente difiere en su disposición a comprender que la "Era de la Exuberancia" ha terminado. que este planeta está superpoblado y que con el uso de nuestra tecnología hemos ya derrochado los depósitos de ahorros del mundo. Segundo, la gente difiere en su disposición a comprender que hay consecuencias inexorables derivadas de estas circunstancias nuevas […] Todas las formas de organización y comportamiento humanos basadas en la hipótesis de recursos ilimitados sufrirán necesariamente, de algún modo, cambios hacia formas compatibles con los límites finitos del ecosistema. (Catton, op. cit., pág. 102, edición en español)

Desafortunadamente, por miedo o desconocimiento, la mayor parte de la gente confunde "realismo" con "pesimismo", la discusión de estos apremiantes problemas se enturbia y, ante la falta de argumentos, el debate cede su lugar al desprecio y la burla.

Jason Bradford, un académico que dirige el programa de gestión de tierra agrícolas en Farmland LP, describe la sensación perfectamente en Blind Spot, excelente trabajo del documentalista mexicano Adolfo Doring.

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