viernes, 25 de febrero de 2011

Noam Chomsky sobre cómo el cambio climático se convirtió en un "engaño liberal"

Noam Chomsky es profesor emérito de Lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y un reconocido activista estadounidense de causas progresistas desde los tiempo de la Guerra de Vietnam. La siguiente entrevista es la quinta de una serie que la revista The Nation está publicando sobre el tema del pico en la extracción de petróleo y el cambio climático.

Según Chomsky los grupos conservadores han tenido un éxito relativo al desacreditar las evidencias sobre el origen antropogénico del calentamiento global. Según encuestas publicadas por Rasmussen, sólo un tercio de la opinión pública comparte esta visión (aunque en los meses recientes se nota un incremento de la opinión en este sentido).

Los medios masivos también juegan su papel y presentan un debate mutilado entre los científicos que apoyan la teoría del calentamiento global antropogénico y los que la niegan, olvidándose del creciente número de investigadores, incluyendo algunos del MIT, que piensan que los análisis son demasiado optimistas.

Chomsky dice que los ejecutivos de las grandes empresas saben perfectamente bien cuales serán las consecuencias de esta negación, pero están muy ocupados maximizando sus ganancias en el corto plazo aunque eso signifique hipotecar el futuro de sus propios hijos. El cálculo de los riesgos sistémicos simplemente no entra en su modelo institucional de mercado y eso comienza a preocupar incluso a sectores no precisamente identificados con una visión liberal del mundo (1).

Chomsky hace énfasis en el hecho de que a inicios de la crisis los ricos mantenían un bajo perfil pero ahora, en tiempos de beneficios récord, han vuelto a la ostentación de su riqueza.

A lo largo de la entrevista Chomsky toca otros temas como el movimiento sindical y la seguridad social en Estados Unidos.

Algo que llamó mi atención es que Chomsky descarta por completo la posibilidad de un colapso como el que predica Dmitry Orlov. "Si Estados Unidos colapsa, el mundo lo hará también", dice Chomsky. Yo no comparto su visión porque no tiene precedente: a la largo de la Historia todos los imperios han colapsado y el mundo ha seguido girando; Estados Unidos no será la excepción (2).

lunes, 14 de febrero de 2011

Las estadísticas están manipuladas

Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas.
Benjamin Disraeli (citado por Mark Twain)

En enero de 2011 el Banco de México anunció que cambiaría la metodología y la estructura para la medición de la inflación. Los resultados no se hicieron esperar y, al conocerse que la inflación reportada durante la primera quincena de enero había sido menor a lo esperado, algunos analistas cuestionaron los datos.

La práctica de manipular las estadísticas económicas no es nueva y está muy extendida. Kevin P. Phillips escribió hace un par de años un interesante artículo en la revista Harper's explicando los motivos y los mecanismos empleados:

[D]esde la década de 1960, Washington se ha visto obligado a embaucar a sus ciudadanos y acreedores degradando las estadísticas oficiales: los instrumentos vitales con los que se mide el vigor y el músculo de la economía estadounidense. El efecto, en los últimos veinticinco años, ha sido crear una falsa sensación de progreso económico y rectitud, que nos han permitido mantener artificialmente bajos tipos de interés, un endeudamiento gubernamental masivo, y una dependencia peligrosa de las deudas hipotecaria y financiera, incluso cuando el crecimiento de la economía real es más lento de lo expresado. Si la insistencia de Washington sobre la existencia de armas de destrucción masiva fue esencial para mantener a flote el apoyo público a la invasión de Irak, el uso de estadísticas engañosas ha desempeñado su propio papel vital para convencer a muchos estadounidenses que la economía de Estados Unidos es más fuerte, más justa, más productiva, más dominante, y con mayores oportunidades de lo que realmente es.

La corrupción ha contaminado las medidas con las que se forma la percepción pública sobre la economía —el Índice Mensual de Precios al Consumidor (IPC), que sirve de barómetro principal de la inflación; la publicación trimestral del Producto Interno Bruto (PIB), que sigue el crecimiento global de la economía de Estados Unidos; y la cifra de desempleo mensual, que para el público en general es tal vez el indicador más claro de la salud de la economía No sólo los gobiernos, las empresas y los individuos utilizan estos criterios en la toma de decisiones, sino que algunas modificaciones en los datos puede significar grandes cambios en las circunstancias de los hogares— las mediciones de la inflación ayudan a determinar los tipos de interés, los pagos federales de interés sobre la deuda nacional, y el aumento de los salarios, las pensiones y prestaciones de la Seguridad Social de acuerdo al costo de la vida.

Phillips hace un recuento de la "deformación Pollyanna", un término acuñado por el economista John Williams para describir una serie de manipulaciones acumulativas que han tenido lugar a lo largo de las últimas décadas: desde la eliminación de los trabajadores desalentados del cálculo del desempleo en la era Kennedy, hasta la introducción de los cambios propuestos por la Comisión Boskin a la medición de la inflación durante la presidencia de Bill Clinton.

Según Phillips, es la medición de la inflación la que ha sido sometida a las más extravagantes manipulaciones: la sustitución de productos, la ponderación geométrica y el ajuste hedónico.

Pero dejemos la labor de explicar lo que significa cada uno de estos términos a Chris Martenson, autor del Crash Course:


A medida que se hace más difícil ocultar la creciente inflación, la "creatividad contable" de los gobernantes de turno continúa en aumento: el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México, por ejemplo, acaba de anunciar más cambios en la forma de medir este indicador.

Williams publica con regularidad los resultados de su trabajo en Shadow Government Statistics (SGS) y podemos darnos una idea de cual es la realidad de la economía estadounidense:

Comparación entre la inflación reportada por la BLS y la publicada en SGS.

Comparación entre el PIB reportado por la BEA y la publicada en SGS.

Comparación entre las tasas de desempleo reportadas por la BLS y la publicada en SGS.

No conozco a nadie que esté haciendo el mismo ejercicio con los indicadores económicos mexicanos o de algún otro país; ¿y ustedes?

Actualización 18/02/2011: Leo, en un artículo de Paul Craig Roberts, una crítica a las cifras de desempleo dadas a conocer en enero por la BLS: en diciembre de 2010 se habrían creado 103,000 nuevos empleos, cuando se requerían por lo menos 117,000, y el desempleo se habría reducido de 9.8% a 9.4% (1, 2 y 3). Lo mismo ocurrió hace unos días con la información de enero: se crearon 36,000 nuevos empleos, se requerían 121,000, y el desempleo pasó de 9.4% a 9.0% (4).

Pero… ¿cómo es posible que la cifra oficial de desempleo (U3) se haya reducido aun cuando la creación de nuevos empleos no alcanza siquiera a satisfacer la demanda creada por el aumento de la población? La respuesta es muy sencilla: la población económicamente activa disminuyó, al eliminarse a los trabajadores desalentados viviendo en el desempleo durante más de un año.

La siguiente gráfica es reveladora:

Población económicamente activa en Estados Unidos. Fuente The Fundamental Analyst con datos de la BLS.

En resumen, en Estados Unidos hay menos personas trabajado hoy que hace 15 años.

Actualización 28/02/2011: Un par de ejemplos de lo que ha significado la manipulación de la medición de la inflación en México para los trabajadores: un representante del Observatorio del Salario Justo de la Universidad Iberoamericana afirmó recientemente que el salario mínimo ha perdido casi 78% de su poder adquisitivo en los últimos 25 años (1); según el Centro de Análisis Multidisciplinario de la Universidad Nacional Autónoma de México tan solo en lo que va del gobierno de Felipe Calderón, la pérdida ha sido mayor al 47% si se toma como referencia el precio de la canasta alimenticia recomendable (2).

domingo, 6 de febrero de 2011

Dmitry Orlov y las lecciones del colapso soviético

Dmitry Orlov nació en la antigua Unión Soviética; fue testigo del colapso del sistema vigente en ese país desde la Revolución rusa de 1917 y esta experiencia lo hizo escribir Reinventing Collapse: The Soviet Example and American Prospects.

La siguiente entrevista es la cuarta de una serie que la revista The Nation está publicando sobre el tema del pico en la extracción de petróleo y el cambio climático.

Al inicio de la entrevista Orlov explica la forma en la que opera un colapso: mientras la gente piensa que el sistema tiene algo que ofrecerles, coopera y lo mantiene funcionando; en el momento en que pierden su fe, el sistema comienza a derrumbarse.

Para Orlov, Estados Unidos no está preparado para un colapso similar al de la Unión Soviética donde la gente, por un lado, no confiaba tanto en el gobierno y mantenía en funcionamiento una economía paralela con su propia red de relaciones y, por otro, estaba protegida por un sistema que les brindaba vivienda, energía y transportación publica, y que se mantuvo en funcionamiento incluso mucho tiempo después de su caída.

Basado en el trabajo de Elisabeth Kübler-Ross, Orlov divide el colapso de una sociedad en 5 etapas: financiero, comercial, político, social y cultural (1). Es difícil saber en qué etapa del colapso vivimos pues, parafraseando a William Gibson, a pesar que nos encontramos inmersos en él, el colapso está desigualmente repartido.

Orlov atribuye la negación de la realidad a que, en primer término, a la gente le resulta más fácil mantener una existencia sin sentido, en un callejón sin salida, pues en el momento que toman conciencia de ello y tienen que actuar para remediar su situación, no se les ocurre nada; la negación es, por tanto, una forma de evitarse este problema. Adicionalmente, el tener una visión de largo plazo tiene como consecuencia que uno se vuelva impopular en cualquier grupo: el futuro, como se nos presenta, es un producto defectuoso que nadie está dispuesto a comprar a ningún precio y, por lo mismo, evitamos hablar de ello.

Orlov cree que Estados Unidos se desintegrará, como una entidad político-económica, del mismo modo que ocurrió con la Unión Soviética y que la causa será la misma: una deuda creciente y la bancarrota nacional. Orlov nota también un parecido entre el ejército soviético y el estadounidense, con un enorme presupuesto militar a su disposición y una manifiesta incapacidad de conseguir resultados.

Orlov visualiza a los cárteles de la droga como la próxima aristocracia estadounidense al ser el grupo mejor preparado para reiniciar la economía y llenar el vacío provocado por el colapso.

Los estadounidenses podrían vivir fácilmente trabajando la tercera parte del tiempo que dedican en la actualidad pero, para mantener un imperio con crecimiento infinito, es necesario trabajar más de 40 horas a la semana o enfrentar la posibilidad de irse a la quiebra. La cura para esto no es hacer lo mismo trabajando cada vez más duro, sino hacer únicamente lo necesario para sobrevivir y acostumbrarse a que la vida irá más despacio.

Orlov opina que hablar del pico del petróleo ya se está haciendo aburrido y que lo realmente importante es comenzar a discutir cómo se comportará la producción a partir de ahora: la caída no será gradual, como es imaginado por mucha gente, sino abrupta debido a la gran cantidad de factores que influyen en el proceso. Debemos prepararnos para una vida sin combustibles fósiles y eso requiere de toda nuestra concentración.

La Revolución verde hizo crecer la población por encima de los 6.5 billones de personas y eso fue una pésima idea porque la agricultura se hizo enormemente dependiente de los combustibles fósiles y eso no podrá mantenerse en el futuro. Orlov menciona que tras el colapso de la Unión Soviética la esperanza de vida en Rusia se desplomó (2) y piensa que lo mismo ocurrirá a nivel mundial.

Probablemente seremos capaces de producir alimentos para un billón de personas, pero eso sería sin contar los efectos del cambio climático. La agricultura nos permitió crecer en número gracias a que el clima se mantuvo estable durante 10 mil años y eso parece haber terminado.

Sin embargo, Orlov no encuentra productivo discutir las implicaciones morales de estos problema pues no podemos hacer nada al respecto: lo que tenga que ocurrir, ocurrirá.