domingo, 16 de octubre de 2011

¿La guerra como tabla de salvación de una economía moribunda?

La Segunda Guerra Mundial fue el gran experimento natural sobre los efectos de incrementar considerablemente el gasto gubernamental, y como tal siempre ha servido de ejemplo positivo importante para los que favorecemos un enfoque activo ante una economía deprimida.

La prosperidad de la guerra es como la prosperidad que traen un terremoto o una plaga.
Ludwig von Mises (Nación, Estado y Economía, 1919)

A pesar de un rescate bancario de $700 millardos de dólares; un paquete de estímulo económico por $700 millardos de dólares; casi $2 billones de dólares (trillones, cuenta corta) en flexibilización cuantitativa (1); y más de $16 billones de dólares en préstamos secretos para salvar a bancos nacionales y extranjeros; la economía de Estados Unidos no da signos de recuperación a cuatro años del inicio de la crisis económica (2).

En un artículo publicado hace un par de meses, Paul Craig Roberts, quien fuera Secretario Adjunto del Tesoro durante el primer mandato de Ronald Reagan, hace un recuento de la situación y esboza un panorama preocupante.

Según Roberts a lo largo de 2011 la economía estadounidense ha enfrentado tres crisis simultáneas. La primera de ellas surgió por la pérdida de empleos, PIB, ingreso de los consumidores y base tributaria, y fue causada por el translado de la base productiva al exterior (3). Por lo tanto, los únicos beneficiarios de los paquetes de estímulo económico han sido países como China, India e Indonesia.

La segunda crisis, la financiera, fue causada por la desregulación, el fraude y la avaricia. La titulización de las hipotecas provocó que las entidades emisoras no tuvieran ningún incentivo para conocer la solvencia del prestatario, ya que las hipotecas se combinaban y vendían a terceros por cuotas. Como a mayor cantidad de hipotecas, mayor era la ganancia, no tardaron en aparecer los emisores de informes crediticios falseados que provocaron el estallido de la burbuja inmobiliaria.

La tercera crisis fue el enorme déficit fiscal del gobierno federal que era imposible de financiar sin involucrar a la Reserva Federal mediante la monetización de la deuda pública estadounidense. Esta situación provocó dudas acerca del valor del dólar y su papel como moneda de reserva internacional, mismas que se vieron reflejadas en el alza del precio del oro y la plata.

Cualquiera de estas crisis era, por sí misma, seria; todas juntas implican una catástrofe económica.

Roberts continúa con una lectura geopolítica sobre la situación actual en el Medio Oriente que es reveladora:

No había una salida obvia [a las crisis], y aunque se pudiera hallar alguna, el gobierno estaba enfocado en otra cosa: guerras.

De manera adicional a las operaciones militares en Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen y Somalia, Estados Unidos y la OTAN comenzaron operaciones militares contra Libia el 19 de marzo de 2011. Como con las guerras existentes, el propósito real de la agresión contra Libia no fue reconocido, pero quedó claro que era privar a China de sus inversiones petroleras en el este del país. A diferencia de las protestas árabes previas, la rebelión libia fue un levantamiento armado en el que algunos vieron la mano de la CIA.

La guerra de Libia aumentó el riesgo, porque a pesar de ocultarse tras el velo de las protestas árabes, Estados Unidos estaba confrontando a China. De manera similar, en la rebelión armada en Siria, el objetivo de Washington era la base naval rusa en Tartus. Derrocando al gobierno de Assad en Siria e instalando un régimen aliado se pondría fin a la presencia naval rusa en el Mediterráneo.

Al ocultar sus propósitos detrás de las protestas en Libia y Siria, mismas que podría haber iniciado, Washington evitaba conflictos frontales con China y Rusia, pero ambas potencias comprendieron que se estaba golpeando sus intereses. Esto elevó la imprudencia de las políticas agresivas de Washington al iniciar una confrontación con dos potencias nucleares, una de ellas con poder financiero al ser el principal acreedor extranjero de Estados Unidos.

Roberts culmina su análisis al sur del Magreb. Para contrarrestar las inversiones chinas en el continente africano, especialmente en Angola (4) y Nigeria (5), Obama ha mantenido el enfoque militarista de su antecesor en la Casa Blanca con la creación del Mando África del ejército estadounidense (6).

Preocupado por su ascenso, Estados Unidos se comprometió a impedir el acceso de China a fuentes independientes de energía. El gran juego que en el pasado ha llevado siempre a la guerra se está jugando una vez más.

¿Será posible que el gobierno estadounidense esté pensando que, tal como ocurrió en 1940, la vía para sacar al país de la depresión económica es involucrarlo en un nuevo conflicto bélico de proporciones inciertas?

Las recientes declaraciones del senador Lindsey Graham, un halcón republicano partidario de acciones militares contra Irán, Siria y Pakistán, parecen apuntar en este sentido (7).

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