El problema, sin embargo, parece ser más complejo.
En una entrevista reciente con PBS, Carl Safina, presidente y co-fundador del Blue Ocean Institute, declaró:
La gente en el Golfo está diciendo que Katrina va a parecer un mal día comparado con esto […] Yo creo que esto, más que algo como Katrina, es el Chernóbil de las grandes petroleras. Creo que es una catástrofe que muestra el enorme riesgo que esta industria representa para la salud pública, y para la salud de las comunidades.
Otros analistas opinan que esto va más allá de las petroleras.
Hace algunos años Dmitry Orlov escribió un ensayo sobre el inminente colapso económico de Estados Unidos y sus paralelismos con el colapso de la Unión Soviética, en el que afirmaba:
En la Unión Soviética, una vez que esa cosa llamada normalidad se agotó debido al punto muerto en Afganistán, el desastre de Chernóbil, y el estancamiento económico general, se continuó ejecutando a través de una gestión cuidadosa de los medios de comunicación hasta bien entrado el período conocido como glasnost. En los Estados Unidos, al tiempo que la economía no ha logrado crear suficientes puestos de trabajo durante varios años en fila, y toda la economía se inclina hacia la bancarrota, "business as usual" sigue siendo un producto que se vende bien, o eso nos han hecho creer. La normalidad estadounidense alrededor de 2005 parece tan inexpugnable como la normalidad soviética lo parecía alrededor de 1985.
ClubOrlov, un blog en el que se desarrollan las ideas de Orlov, publicó el mes pasado, bajo el título de "An American Chernobyl", un interesante artículo en el que se hace una profunda comparación entre las catástrofes y sus implicaciones:
Las dos catástrofes son análogas en los desafíos técnicos, administrativos y políticos sin precedentes que plantean su reparación […] Traduzca "accidente de trabajo" al ruso y de nuevo al inglés, y lo que se obtiene es "catástrofe tecnogénica". Este término ha sido ampliamente utilizado tras la catástrofe de Chernóbil. Es bastante más descriptivo que la frase flácida en inglés, y coloca la culpa, en última instancia, en quien debe recaer: en la tecnología, y en los tecnólogos y políticos que la empujan.
Pocos días después apareció "Deepwater Chernobyl", una nota del Daily Kos en el mismo sentido:
Parece que hay un paralelismo [entre el desastre nuclear de Chernóbil y] el desastre actual del Deepwater Horizon en que una vez más estamos presenciando que el hombre es capaz de desencadenar fuerzas incontrolables en su búsqueda de energía. Fuerzas contra las que no se tiene un plan de contingencia para hacer frente. Fuerzas capaces de devastar economías, destruyendo los medios de subsistencia y matando la vida silvestre contaminando el medio ambiente hasta tal punto que incluso las personas descubren que tienen de alejarse en vez de sufrir.
El derrame, y la actitud de BP ante el mismo, comienzan a provocar daños en la imagen del gobierno: según una encuesta de USA Today/Gallup, el 71% de los estadounidenses piensan que el presidente Obama no ha sido lo suficientemente duro con BP. De acuerdo a la misma encuesta, el 59% de los estadounidenses desean que BP pague todos los daños derivados del derrame petrolero, sin importar si esto implica el fin de sus operaciones.
Mientras tanto, y aunque fuentes del Departamento de Energía se empeñen en calificarlo de locura (2), algunas voces se han alzado para sugerir que, al igual que se hacía en la antigua Unión Soviética para cerrar pozos de gas fuera de control, se emplee ahora una explosión atómica controlada para contener el derrame petrolero (3).
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